Vender no es un talento especial, es una habilidad que ya usas cada día sin darte cuenta.
Hay algo irónico en esto de “aprender a vender”.
Porque mientras buscas técnicas, fórmulas, plantillas y embudos, en realidad ya tienes esa habilidad.
No es un poder secreto, es algo cotidiano.
Solo que no lo explotas cuando lo necesitas.
Es una paradoja muy real: vendes mejor cuando no te das cuenta de que estás vendiendo.
Estás vendiendo todos los días
¿Crees que no sabes vender?
Pues aunque no te lo creas, en realidad llevas toda la vida vendiendo.
Sin scripts, sin gatillos mentales, sin una voz de locutor de anuncio radiofónico.
No necesitas convertirte en el típico comercial de sonrisa enlatada, ni memorizar todos los libros de copywriting que tengas a mano.
(Aunque leer alguno tampoco hace daño).
Solo necesitas recordar cómo hablas cuando te importa de verdad lo que dices.
Y, sobre todo, a quién se lo dices.
Porque vender no es engañar.
No es convencer a empujones.
Vender es conectar.
Y eso, aunque lo niegues, sabes hacerlo.
¿Te suena esto?
Convenciste a tu amigo para ir contigo al gimnasio a las 7 de la mañana, y eso que él piensa que madrugar es una forma de tortura medieval.
Insististe en que tu madre cambiara al dentista “porque este sí te explica las cosas sin tratarte como si tuvieras cinco años”. Y ahora lo recomienda como si fuera un gurú espiritual.
Defendiste una marca de cuadernos con tanto fervor que una compañera terminó comprándose tres… sin saber bien para qué los usaría.
Eso también es vender.
Solo que no lo llamas así porque no hay lead magnet, ni botón de pago, ni oferta irresistible.
Pero hiciste lo esencial:
- Conectaste con lo que le importaba a esa persona.
- Hablaste desde tu experiencia real.
- Y supiste presentar la idea con el tono exacto entre entusiasmo y complicidad.
El problema viene cuando te sientas a vender “de verdad”
Parece magia negra.
Te pones a "vender", y de repente lo olvidas todo.
Te vuelves rígido.
La voz te suena a folleto de supermercado.
Escribes como si te leyera un jurado que solo valora tecnicismos y frases en inglés.
Crees que vender es impresionar.
Cuando en realidad, vender es importar.
Lo tratas como si fuera una performance, cuando en realidad es una conversación.
Como si vender fuera una trampa... y tú, un ilusionista torpe al que se le cae el sombrero con los trucos.
Pero vender no es un show.
Vender es saber para quién estás escribiendo ese copy que le va a dar lo que necesita.
Y escribir como si estuvieras sentado frente a esa persona, con una taza en la mano y algo honesto que decirle.
El marketing no empieza con datos, empieza con memoria
Lo sé.
La frase “conoce a tu audiencia” te la han repetido un millón de veces.
En manuales de ventas.
En seminarios de marketing.
Las redes sociales están cubiertas con esa frase.
Es como un mantra de marketing moderno.
Pero conocer no es ponerle edad, ciudad y nivel socioeconómico a un avatar ficticio.
Conocer es hacer memoria.
¿Tu cliente guarda los tickets del súper “por si acaso”, o los tira sin mirar?
¿Compra una agenda en enero con fe renovada o garabatea en cualquier servilleta que encuentra?
¿Se bloquea al elegir serie nueva o repite la misma temporada por tercera vez?
Eso es conocer.
Entender desde la vida real, no desde la segmentación fría.
Y cuando escribes desde ahí, el texto no suena a marketing.
Suena a una charla que vale la pena tener.
Y eso es lo que vende.
No necesitas fórmulas, necesitas observación
La redacción SEO y el copywriting no mejoran con fórmulas, sino con observación.
Con pausa.
Con ajustar tu oído emocional.
Si conoces tanto a tu cliente que podrías pedir su menú por él, ya no eliges las palabras por estrategia, sino por sensibilidad.
Sabes si busca ahorrar tiempo o si lo que quiere es sentirse capaz otra vez.
Entonces escribir es fácil: no estás vendiendo.
Estás acompañando.
La inteligencia artificial ayuda, pero la sensibilidad es tu superpoder
Claro que puedes usar la IA para encontrar ideas, para no quedarte en blanco y para ganar tiempo.
Pero lo que de verdad toca el corazón, ese giro que emociona, esa frase que parece escrita para mí, eso sigue estando reservado solo a los humanos.
La diferencia no está en tener más ideas, sino en mirar mejor.
La IA puede darte palabras.
Tú das la mirada que atrae.
Esa visión que nace de las emociones.
No del razonamiento "lógico".
Te propongo un ejercicio
Haz memoria: ¿cuándo fue la última vez que lograste que alguien hiciera algo?
- Que tu pareja viera esa peli que juró no ver jamás.
- Que tu amiga hiciera ese curso “porque tú lo explicaste distinto”.
- Que alguien probara ese pan sin gluten que, según tú, sabe a pan de verdad.
Ahora escribe ese recuerdo.
Pero escríbelo tal y como lo contaste: sin filtros, con entusiasmo real, con motivos auténticos.
Y luego, léelo junto a tu último texto de venta.
¿Suena igual de intenso?
¿Igual de natural?
¿Igual de tú?
Ahí empieza el cambio.
No en el copy.
En el recuerdo.
Ya sabes vender, solo necesitas recordarlo
Saber vender no es cuestión de títulos, ni de fórmulas, ni de plantillas.
Es cuestión de volver a ti.
A esa parte tuya que ya sabe cómo conectar, cómo tocar sin agobiar, cómo decir lo justo sin sonar a eslogan.
No estás empezando desde cero.
Solo estás olvidando desde lejos.
La próxima vez que te sientes a escribir un post, una página de ventas o un email, no busques sonar bien.
Busca sonar real.
Como si hablaras con alguien que te importa.
Porque es muy probable que ya lo estés haciendo.
0 Comentarios